miércoles, 28 de enero de 2009

Parte polar: Sur

----- Original Message -----
To: radio
Sent: Tuesday, January 27, 2009 11:55 PM
Subject: Parte polar: Sur

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        Cuando se navega por estas aguas con un barco cuyo casco no está preparado para resistir las presiones de los enormes hielos, la travesía es algo delicada. El radar es la pieza fundamental para detectar los enormes islotes flotantes que no aparecen en las cartas, y el timón no se abandona nunca al modo automático dirigido por el GPS. No se sabe cuándo puede aparecer un témpano, y los grandes no son los más peligrosos, ya que su enorme altura fuera del agua los hace fáciles de detectar (aunque en ocasiones tienen salientes sumergidos, o espolones). Son los pequeños, que apenas asoman afuera pese a tener un gran volumen bajo el agua y pesar varias toneladas, los que pueden golpear con fuerza el casco y causar problemas.
         Este año la campaña del Buque Las Palmas está condicionada por la falta de tiempo. El adelanto observado en la eclosión ha determinado que los ornitólogos no vayan a realizar el estudio latitudinal de pingüinos, lo que se traduce en que tu sueño de cruzar el Círculo Polar Antártico se aplaza de nuevo. Sin embargo, hay que dejar a unos investigadores en la base chilena O'Higgins, tú tienes que revisar la instalación que realizaste el año pasado y que te espera en Caleta Cierva, y otros investigadores han de llegar hasta Bahía Paraíso, con lo que el viaje sigue excitando tu imaginación de todos modos. Eso sí, la falta de tiempo determina que el buque debe ir más rápido, todo lo rápido que se puede ir en un terreno minado como este, que no permite navegar de noche y en el que un banco de niebla puede ser fatal.
         Así pues váis bordeando la Península Antártica, y en cuanto cruzáis el mar de Bransfield se empieza a notar. Enormes piezas de hielo flotante, de todas las formas imaginables, comienzan a ser rebasadas (o esquivadas) por el barco. Esculturas abstractas con torres, placas, superposiciones y bañeras, tartas de un pastelero loco que trabajara a destajo en un barco movido por la tormenta, grandes almohadones blancos lamidos por el viento, escombro glacial que se deshace con el estruendo de una explosión. Son las enormes migajas de la placa de hielo que cubre casi cualquier trozo de tierra visible. Desde lejos no se aprecia su espesor, pero cada loma y cada valle, sobre todo cada valle, están cubiertos por una capa de nieve prensada que puede medir unos veinte, treinta o más metros de altura. De hecho, el hielo glacial no se produce por congelación del agua sino por el aplastamiento de la nieve bajo el peso de más nieve: de ahí los tonos azules eléctricos que alcanza el hielo más antiguo, el más prensado.
         En las zonas más densamente pobladas de hielos flotantes, se reduce la velocidad y se redobla la atención. Navegando en aguas abiertas es fácil: el asunto consiste en detectar los hielos y esquivarlos. El problema es mayor al internarse por los estrechos canales que deja el perímetro irregular de la península, que pueden tener apenas unos cientos de metros de anchura. Cuando entráis al canal Errera, que termina al desembocar en Bahía Paraíso, la navegación es un espectáculo.
         Ambas orillas son escarpados cerros de los que caen, como cataratas congeladas, los glaciares. El canal describe curvas y revueltas, y la mayor parte del tiempo todo el horizonte está compuesto de montes nevados, provocando la ilusión de estar atrapados, como en un lago. Los despeñes verticales de hielo son las cascadas más lentas del mundo excepto cuando acaban: el hielo se parte cayendo al mar con estrépito y olas. Es inquietante ver agitarse la superficie del agua de un lugar donde apenas hace viento y no hay mar de fondo.
         Estos trozos de hielo, que se suman a los que navegan dentro de los canales llevados por la brisa o la corriente, flotan en el canal por todos lados pareciendo cerrar el paso al barco a cada instante. Y cada vez, resulta ser un juego de la perspectiva que no engaña al oficial de derrota: "Dejamos aquél grande por babor y luego caemos a estribor" ("Enterado", responde el timonel). Al final, siempre acaba abriéndose paso para el barco al cabo de un momento.
         Llegando ya la noche, fondeáis enfrente de la base chilena González Videla, en Bahía Paraíso, y, por la radio, el comandante explica nuestra presencia. La amabilidad que gobierna a todas personas expuestas en este rincón apartado vuelve a lucir, y los chilenos nos recibirán mañana con alegría. Algunos serán invitados a bordo recíprocamente pero ahora es tarde, se desean buenas noches, cambian al canal dieciséis, cierras comunicación.


1 comentario:

ce dijo...

Ayyyy amigo!!!!!!!! qué bonito! y que bien lo cuentas... muchos besos hermano y gracias por regalarnos y compartirnos esos mares lejanos... ce