Estás de nuevo en la confortable posada que ocupaste hace justo un año, después de cuatro días de viaje complicado absurdamente por la arrogancia de la línea aérea que te trajo. Cuando comienzas a sacar las cosas de la mochila, descubres que efectivamente sí, todo es ligeramente distinto en esta ocasión. Lo que antes iba saliendo del paquete con la veneración del estreno y los nervios de la expectativa, es ahora ropa tan sólo, doblada y limpia y sucia y ya usada, pero ropa nada más.
Sin embargo, hay elementos cruciales que te sitúan también de nuevo en un cierto estado de asombro y maravilla. Sales a dar un paseo y a buscar algo que comer y, al poner el pie en la calle, la naturaleza te saluda ya con otro de aquellos atardeceres que son, probablemente, la estampa que mejor resume tu experiencia del año pasado. Por un juego de nubes y reflejos, el largo atardecer encendido para ti esta tarde austral es rojo y naranja hasta un extremo irreal, que resume de nuevo la magia de estar aquí, de haber venido. Los escarpados cerros que rodean la ciudad y sus ventisqueros lo repiten, alterando las gamas coloradas sobre negros y blancos.
Sin quererlo mucho, y obedeciendo a las limitadas alternativas que esta ciudad brinda en cuestión de sitios donde ir, encaminas tus pasos hacia el final de la calle San Martín, donde (como esperabas casi sin saberlo) sigue el pub Invisible. La marquetería que todo lo decora, beneficiada por un nuevo invierno de quietud, aislamiento y nieve, la agradable música de los sesenta y la cerveza de trigo autóctona te ayudan a sentirte como en casa aquí tan lejos. Le dedicas unos tragos al libro que ahora te acompaña, y, cuando por fin el interminable ocaso agoniza por el oeste y se te acumula el cansancio del viaje, emprendes el regreso.
Al cruzar la calle General Roca, una mirada al muelle te descubre el punto de atraque del Buque Las Palmas, aún vacío. Se espera que llegue mañana, y de nuevo se te llena el pecho de una ilusión nerviosa de víspera, que te mece ya en la cama y te dispone. Mañana llega el barco.
martes, 13 de enero de 2009
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