viernes, 18 de enero de 2008
Sexto parte polar: antes del Drake
Ayer entraste al barco por primera vez. Es un barco pequeño, el más chico de los que están atracados en el muelle, y los militares que has podido conocer son gente de mirar claro. Imaginas que estar finalmente atracados después de cuatro días sobre el paso del Drake debe dejar tranquilo a cualquiera.
Conoces al Comandante y la impresión es buena. No da la impresión de imponer demasiado la jerarquía, el ambiente en general es relajado. El segundo de a bordo, el Segundo Comandante, es una mezcla afable y rubicunda entre Popeye y un legionario. Te estruja la mano.
Los camarotes, la "sala de científicos", la cubierta única que imaginas barrida por las olas... sabes que harás de este lugar tu casa. Lo que no sabes es en qué estado estomacal.
Por la tarde, vas al Lago Escondido. Otra científica debe tomar muestras de agua, para analizar los contaminantes, y la acompañas. Te ves por fin en el campo, respiras puro y se te llena la mirada de plantas desconocidas. Los árboles, 'lengas', se retuercen en el bosque denso, y cuando sale el sol no evitas sonreir y acordarte de tus compañías de montaña. Las cimas alrededor muestran nieves perpetuas, anticipo de lo que se viene a partir de esta noche.
Porque ya esta noche embarcas. La travesía será de unos tres días durante los que será difícil escribir. Escribir, leer, comer y, en general, todo lo que no sea yacer en cama, sujetarte y dormir. Eso dicen, ya veremos. Lo afrontas sin miedo, con la firme determinación de lo inevitable y con el suave mareo que te acompaña ya desde antes incluso de ver el barco en el muelle. Sonríes y abordas: let's rock.
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