domingo, 20 de enero de 2008

Octavo parte polar: mar gruesa.

(De nuevo uso la dirección del Buque Las Palmas para escribir sólo a los emails que recuerdo de memoria. De nuevo, por favor, no respondáis a esta dirección, sino a jla@et-antartica.es, a no ser que sea algo urgente o importante. Poned "Para Científico JLA", en ese caso.)

El buque, pequeño y lento, cabecea en una inmensa extensión de olas sin fin. Detrás de él, persiguiéndolo siempre, hay tres o cuatro grandes, de lomos rizados y azules fríos que acaban por adelantarlo. Cada vez que una de estas olas lo sobrepasa por debajo, el barco se inclina unos 30 grados por cada lado, primero hacia babor, luego a estribor. Si llegara a 45 —y la última vez que cruzó el Drake lo hizo, dicen—, sería más cómodo caminar por la pared que por el suelo. 

Lleva recorridos ya dos tercios de la distancia que separa Ushuaia de las Islas Shetland del Sur, y tiene prevista la llegada mañana al amanecer. El viento es fuerte (20 a 30 nudos) por la aleta de estribor y las olas, furiosas, son de mar gruesa, unos 4 a 6 metros las más grandes. Mejor de lo previsto, según el Comandante.


Pasas tu tiempo entre el puente, a verlas venir, y la cama, a sentirlas por dentro y notar su potencia ciega. Desde el puente, puedes ver algunos pájaros pequeños, charranes y petreles, dameros... y también los enormes albatros. Magos del aire que jamás baten alas, planean sobre las olas milimétricamente, dibujando con la punta de un ala la superficie del mar, por más agitada, espumosa e irregular que ésta sea.
 

Ayer, acabado ya el Canal de Beagle, un delfín austral saludó la derrota recién emprendida. Blanco y negro, como orca pequeña, nadó junto a la nave por espacio de un minuto, despidiéndose con un salto a cuerpo entero y dejándote suspensa en lo de siempre. En el cómo y porqué de esas proezas, tan al margen de tus empeños miserables, tan perfectas en lo simple y sin motivo.

Pero has amanecido ya dos veces a bordo y te aburres más que nada. Logras evitar el mareo yendo a lo justo, evitando las entrañas del buque cuanto puedes y tumbándote en tu litera al menor síntoma. Desde allí, como preso, deseas aligerar los minutos, que pasen las horas cuanto antes y puedas pisar tierra pronto y ver los hielos. A veces, entre las sacudidas del barco, has soñado con las personas que sabes te siguen en lo lejos, y esos sueños te dejan brevemente desterrada, impotente, azul. Aún así sonríes. Y, lentamente, escribes.

1 comentario:

Flor de Sueño dijo...

Aaay pobree!! que llevo todo el fin de semana imaginándote malico perdío en un catre..

¡Ya pasó! Ahora te toca disfrutar de toda esa luz.. Espero que estes contento.

Muchos besos!